jueves, 25 de octubre de 2012

Elias Canetti y los demonios de Rubalcaba

Últimamente todo me devuelve a Elias Canetti. Yo he visto en las páginas de Masa y poder retratos hiperrealistas de los indignados que rodearon el Congreso de los Diputados en Madrid, he leído palabras que hablan de un Rajoy emulando a Nixon en Nueva York, ”the great silent majority”, he encontrado anuncios que previenen del otoño y del más crudo invierno en la plaza Tahrir. Sin embargo, la mayor de las sorpresas ha sido la de toparme con Rubalcaba entre las líneas del Nobel de literatura, agazapado, casi inadvertido: silencioso, como la gran mayoría de Nixon.


Después del último desastre electoral en Galicia y el País Vasco, el líder de los socialistas ha ofrecido una rueda de prensa donde ha admitido la mala situación que atraviesa el partido, ha llamado a la autocrítica y a la necesidad de trabajar día a día por recuperar la confianza perdida de la ciudadanía. Todo un poco manido y bastante previsible. No obstante, en un momento de su intervención, Rubalcaba ha afirmado algo que me ha llevado de nuevo a Canetti y ya no he sido capaz volver. “Hacer un slogan es muy fácil -ha dicho el dirigente- pero lo que necesita el PSOE es un análisis profundo y honesto”.


. Cuenta Elias Canetti en Masa y poder que hay un tipo de masa, a la que él llama “invisible”, que puede considerarse como la idea más antigua de la humanidad. Suele referirse a los muertos de una comunidad y todos los pueblos que son y han sido han estado siempre obsesionados por ellos. De las tribus aborígenes africanas a las poblaciones de esquimales, del lejano Oriente a la América septentrional, los hombres han construido leyendas y creencias en torno a la figura de los muertos y al espacio que estos ocupan en el mundo. Los bechuana creían que “todo el espacio estaba poblado por los espíritus de sus antepasados. Tierra, aire y cielo estaban colmados de espíritus que, si así lo querían, podían ejercer una influencia maléfica sobre los vivos”. Un antiguo texto judío aseguraba que “no hay ningún espacio libre en el cielo y la tierra, sino que todo está repleto de bandadas y multitudes. (...) Todos dan vueltas por el aire: algunos de ellos quieren la paz, otros buscan la guerra; estos hacen el bien, aquellos el mal; algunos traen vida; otros, en cambio, la muerte”. También el Zend-Avesta, libro sagrado de los antiguos persas, hablaba de una legión de muertos circundantes, cuyo número cifraba en “miles y más miles de millares de demonios. Decenas de miles y más decenas de millares, sus miríadas innumerables”.


Los cristianos, por supuesto, no han sido menos insistentes a la hora de atender a nuestros espíritus. En su Diálogo de milagros, Cesáreao de Heisterbach narra, entre otras cosas, la historia de un sacerdote malvado que, en su lecho de muerte, dijo a una parienta: “¿Ves aquel granero grande que está enfrente de nosotros? No hay en su techumbre tantas pajas como demonios hay ahora a mi alrededor”. Pero los demonios no solo acechan las almas viles y corruptas, sino que rondan también las más pías. Habla Heisterbach del entierro de una abadesa buena en el que se habían dado cita más demonios que “hojas en los árboles de un gran bosque” y del sepelio de un abad que congregó a tantos espíritus como “granos de arena a orillas del mar”.


Pero ya se estarán preguntando ustedes qué tiene todo esto que ver con los socialistas de Rubalcaba y con esa sentencia: “Hacer un slogan es muy fácil, pero lo que necesita el PSOE es un análisis profundo y honesto". Ya vamos.


Dice Canetti que también son frecuentes los pueblos que imaginan a sus muertos como ejércitos de combate. Los lapones en Europa y los indios tlingit en Alaska consideran que la aurora boreal representa una batalla de espíritus caídos en la lucha, que aun muertos continúan guerreando. Los celtas de las Tierras Altas escocesas tenían su propia palabra para designar a este ejército de muertos: sluagh, que puede traducirse como multitud de espíritus. Cuenta el autor, en una descripción maravillosa, que estos espíritus vuelan “en grandes nubes de un lado para otro, como los estorninos sobre la faz de la tierra. Siempre vuelven a los lugares de sus pecados terrenales. Con sus infalibles flechas envenenadas matan los gatos, perros, ovejas y reses de los hombres en la tierra. En las noches gélidas y claras, podemos oírlos y ver cómo sus ejércitos avanzan unos contra otros y se repliegan, se repliegan y vuelven a avanzar. Después de una batalla, su sangre tiñe de rojo farallones y rocas. La palabra gairm significa ‘grito, llamada’, y sluagh-gairm era el grito de guerra de los muertos”.
 
 
            De esta expresión, sluagh-gairm, nacería el término actual slogan, al que hacía referencia Rubalcaba. El secretario general de los socialistas no sabe que el grito de guerra de nuestras masas modernas es el mismo que hace batallar a los muertos en las tinieblas de la noche. Y aunque ahora quiera rechazarlo, un sluagh-gairm lo persigue desde noviembre por todos los lugares que conocieron de sus pecados. Lo ha seguido por Galicia, también por el País Vasco, y ahora ha empezado a cernirse sobre Cataluña. Todavía boquea Rubalcaba, pero Ferraz es ya destino de funestas cohortes de demonios. Cuentan sus ojos más espíritus que hojas hay en los árboles de un gran bosque y acaso tantos como granos de arena pueblan las orillas del mar.